Pintar mandalas ha sido básicamente mi salvación. De niña me encantaba pintar, pero al ir creciendo uno se olvida de hacer cosas que nos encantaban hacer y que nos traían tanta alegría. ¡Felizmente desde que los mandalas se comenzaron a hacer mas populares pude redescubrir una de las actividades que simplemente adoro!
El solo hecho de ver mis lápices de color sobre la mesa ya me genera alegría. No se si es que los colores en si están tan llenos de vida que me alegran el día tan solo verlos. He desarrollado una relación especial de mucho cariño entre mis colores, mis mandalas y yo. Tienen un lugar especial y los trato con mucho amor.
Pintar mandalas para mi va mucho mas allá de simplemente tener una actividad para pasar el tiempo. Para mi es una forma de meditar, antes de empezar a pintar, pienso en una intención o alguna afirmación en la cual este trabajando o un mantra. ¡Y me voy de lleno a ello! ¡La verdad es que siento que pinto de corazón!
No creo exista una “forma o modo” adecuado de pintar, simplemente creo que hay que dejarse llevar. Me gusta destinar un tiempo y un espacio para poder pintar con libertad. El tiempo para mi varía, he pintado desde tan solo 15 minutos hasta casi el día entero! El espacio, trato de escoger algún espacio “especial” no importa donde me encuentre, siempre intento escoger un rinconcito y hacerlo acogedor y convertirlo en “mi espacio”. A veces enciendo una velita, prendo un incienso y pongo música suave para acompañar mi proceso creativo. Esto ha sido importante para mi, especialmente durante este tiempo de pandemia, donde hemos estado sobrecogidos con tanta noticia por todos lados.
Yo sufrí de ansiedad a causa de la pandemia durante las primeras semanas, entré en estado de paranoia y pues tuve que forzarme a continuar mis practicas personales entre ellas el pintar mandalas. El primer mandala lo pinté apresuradamente y con muchas interrupciones por parte de mis pensamientos negativos, con los cuales entablaba una discusión en mi cabeza. Y me dije a mi misma, "¡de acá no te levantas hasta que logres equilibrarte aunque sea un poco!" Increíblemente, por primera vez, sentí conscientemente el poder tranquilizante y apaciguante de esta practica maravillosa. Al pintar ese segundo mandala ya sentía como mi respiración llevaba un ritmo mas sereno, como las palpitaciones en mi pecho ya no se hacían sentir, como el dolor de cabeza había desaparecido y de pronto sentía que nuevamente entraba en ese balance interior tan necesario para poder sobrellevar la situación.
Espero que estas líneas te motiven a comenzar tu propio camino de balance y sanación con esta práctica ancestral, sea cual sea la situación externa que te rodee.
En co.Laboración con
Claudia Durán Palazuelos